El viernes 12 de enero se representó en los Teatros del Canal de Madrid la performance teatral de 24 horas de duración Monte Olimpo. Para glorificar el culto a la tragedia de Jan Fabre, una única función en la que el artista mezcla doce tragedias griegas con el objetivo de demostrar que es posible experimentar hoy la catarsis de la antigua tragedia griega.
Fue en Berlín donde el día de su estreno en 2015 el público bendijo la obra con 40 minutos de aplausos, a pesar de que asistió a un espectáculo atrevido con escenas de alto contenido sexual, una auténtica bacanal griega. Un día entero, con su día y su noche, debería ser una unidad de tiempo excesiva para una performance de danza-teatro. Pero el visionario Jan Fabre ha convertido la experiencia en una terapéutica inmersión en la condición humana que pasa en un abrir y cerrar de ojos y que ha sido muy bien acogida siempre que se ha representado.
La directora de los Teatros del Canal, Natalia Álvarez Simó, ha calificado a esta producción como “el evento del año”, explicando que las puertas del teatro se cerrarán para poner todo el espacio “a disposición del público”. “Habrá zonas de descanso, cafetería abierta 24 horas y personal para atender a los espectadores. Estamos todos con Monte Olimpo”, ha señalado. “La idea es la de lograr una catarsis como con las antiguas tragedias griegas, preguntarse si se podía lograr en el teatro actual”, ha indicado el artista belga, quien reconoce que desde el principio explicó a su compañía que no le “asustaba” la posibilidad de que el público se saliese del espectáculo. “No importa, porque es una necesidad que surge de hacerlo”, ha resaltado.
Con las 800 localidades de la Sala Roja agotadas desde el mes de junio, los aficionados al teatro que no posean entrada han de conformarse con ver las fotografías de representaciones previas de esta obra inspirada en la cara más oscura de la tragedia griega.
La mitología protagoniza este montaje en el que Fabre se interesa por diez indescifrables héroes griegos: Eteocles, Hécuba, Edipo, Fedra, Hipólito, Heracles, Agamenón, Orestes, Electra, Medea, Antígona y Ajax. Se recrea la fiesta de las Grandes Dionisias, el mayor festival dramático de la Antigüedad, en honor al dios Dionisos, donde se convocaba a tres poetas trágicos y, durante una jornada, desde el amanecer hasta el atardecer, cada uno debía representar cuatro obras: tres tragedias y, para concluir, un drama satírico.
Los actores interpretan actos impenetrables, hablan un lenguaje que se va sumiendo en dudas, silencios, estertores de muerte, vómitos o gritos silenciosos. Pero también hay amor y silencio. El momento de anagnórisis, de reconocimiento, nunca llega: este mundo del mito griego está dominado por la oscuridad, lo incomprensible, la violencia pura y el amor enfermo. Se despiertan y duermen sobre el escenario; los tramoyistas se despiertan y duermen en el escenario; los dramaturgos se despiertan y duermen en el escenario. El público se despierta y duerme en el teatro.
Recordaba en una entrevista Jan Fabre que cuando anunció el proyecto a sus productores le consideraron un loco, le dijeron que nadie se iba a quedar 24 horas en el teatro. El éxito que ha logrado con Monte Olimpo demuestra que, si se quiere, aún es posible arriesgar en el teatro. Y a veces, aunque parezca una paradoja, la novedad no consiste en la innovación, sino en volver a los orígenes primitivos del teatro, al punto de partida.