
Desde que al comienzo del curso pasado en el IES Abdera de Adra se impidió a alumnos de 1º de bachillerato cursar Griego I, aunque había en el centro los recursos necesarios para ello, no han dejado de levantarse voces de colectivos y particulares invocando la necesidad de tomar medidas, incluyendo la de la movilización, para reclamar una mayor presencia y protección de las humanidades en nuestro sistema educativo. No deja de ser una paradoja que en otros países con menos vínculos hacia la cultura y lenguas de los clásicos, estas enseñanzas tengan mucho mayor peso en sus sistemas educativos.
Por desgracia, en nuestro país, tal vez por nuestra pasividad o incapacidad para organizarnos, solo la filosofía se convirtió estos últimos años en el abanderado de la formación humanística y consiguió reforzarse ante una situación difícil. Sin embargo, nadie hizo referencia a la enseñanza de las lenguas clásicas como un pilar fundamental, el más fundamental, en dicha formación. Por tanto, ahora es el momento de poner todos de nuestra parte y contribuir, cada uno en la medida de sus posibilidades, a exigir soluciones razonables y coherentes a la encubierta y silenciosa desaparición de una formación no solo fundamental, sino también de excelencia, como es la que ofrece el itinerario de humanidades, en el que la enseñanza del griego y el latín deben seguir siendo sus mejores señas de identidad.
Llevo ya una semana, como cada final de vacaciones, con la incertidumbre recorriendo mis entrañas. No lo puedo evitar. No sé si tendré alumnos suficientes para completar mi horario, si al final se habrá formado un grupo de Griego en 1º de bachillerato, si deberé impartir otras materias afines. No sé si este curso ocurrirá en mi centro lo del curso pasado en Adra. Por eso, el 8 de septiembre tal vez sea el momento de abandonar los lamentos y empezar a levantar las voces de una vez por todas.